Capítulo 5: Así llueva, truene o relampaguee

Traducido al español por StSassa

Las siguientes semanas entre Arthit y Kongpob fueron desde ser dolorosamente respetuosas a ser desanimadamente alegres y, a veces, profundamente incómodas.

De vez en cuando, Arthit les seguiría el juego a los habituales intentos de Kongpob por bromear sin sentido, pero esto se había sentido poco genuino y más bien como un esfuerzo adicional para el cual simplemente no tenía energía. En ocasiones y sin intención alguna, Arthit comenzaría una insignificante discusión, pero pronto después ofrecería una seria disculpa. Kongpob no era por completo tonto, pues mantendría su distancia cuando sentía que Arthit necesitaba espacio y le ofrecería afecto cuando este parecía estar dispuesto a recibirlo.

Se mete de lleno en su trabajo, ocupándose con tareas insignificantes que bien podría dejarles a los internos, tomándose la molestia de revisar a precisión los detalles de todas y cada una de las hojas de cálculo y los documentos. Algunos días, estaría todavía en su escritorio a casi las 8 de la noche cuando normalmente estaría en casa desde hace al menos dos horas. Aunque la gerencia se mostró bastante complacida con su esfuerzo adicional, alguien se sienta en casa esas noches en espera del familiar sonido de la puerta principal siendo destrabada.

A Earth, Tod y Som-O les tocó ser testigos de la inusual tensión entre los dos amantes que no concordaba con las emociones del otro cuando, una noche, Kongpob decide pasar a la oficina a las exactas 5 de la tarde con la intención de recoger a Arthit del trabajo.

—Traje tu favorita —dice, alzando el vaso de leche rosa. Arthit se lo queda mirando brevemente antes de tomarlo y colocarlo en su escritorio.

—Gracias —asiente, devolviéndose a su trabajo sin siquiera tomar un trago. Se tensa cuando Kongpob con sus pulgares presiona reconfortantes círculos en la parte trasera del verdaderamente adolorido cuello de Arthit.

—Aww, desearía que mi novio fuera así de dulce conmigo —Som-Oh hace un puchero, limando sus uñas.

—Som-Oh, tú no tienes novio, sólo un crush diferente cada semana —Earth gira los ojos.

—Fue de forma hipotética —replica Som-Oh. —N’Arthit eres un hombre tan afortunado por tener a N’Kongpob. ¡Es como un príncipe de un cuento de hadas! —habla con entusiasmo, batiendo las pestañas.

Arthit sigue tecleando, concordando en silencio. No necesito que me lo recuerden. Está cansado y no quiere realmente involucrarse en las pláticas usuales de sus colegas.

—P’Arthit, ¿estás listo para irte?

Arthit levanta la mirada, girándose brevemente hacia Kongpob, quien está de pie detrás de su silla, esperando expectante.

—Eh, no lo sé. Tengo algo de, eh…

Gesticula vagamente hacia su pantalla, a la hoja de cálculo que tiene abierta, cuyas páginas ha estado organizando por color y número, con cada color representando un rango dentro de los múltiplos de cinco. Es bastante impresionante y atractivo a la vista, aunque no muy útil. Había terminado su trabajo de verdad hace dos horas al haberse saltado la hora de la comida para quedarse en su escritorio.

—¡Yo lo terminaré, Mr. Sun! ¡Ve! —Sonríe Tod, por completo ajeno a la indecisión de Arthit.

Arthit se cierre arrinconado con varios pares de ojos sobre él en ese momento.

Et tu, Bonus? Ve el pez color carmesí que lo mira de vuelta desde su muy pequeña pecera.

—De acuerdo, sólo déjame recoger.

Kongpob toma su mano cuando entran al elevador, entrelazando sus dedos. Pasan unos segundos antes de que Arthit apriete apropiadamente su agarre alrededor de la palma de su novio. Es tibia y suave, y a pesar de todo, lo hace sentirse seguro.

—¿Cómo estuvo tu día? —Dice Kongpob mientras los números en la pequeña pantalla descienden con el elevador.

—Bien, supongo. Un poco ocupado.

—¿Acaban de recibir nuevos internos, cierto?

Las comisuras de su boca se elevan sólo un poco ante eso, recordando los días cuando iban a trabajar juntos todos los días, batallando con la máquina de fax y guiándose con las políticas de la empresa.

—Sí. Uno de ellos ya está en la lista negra de Khun Paga. Al parecer la llamó P’Paga desde el principio. Estoy bastante seguro de que regresó habiendo mojado sus pantalones.

Kongpob esboza una sonrisa ante eso.

—No es tan mala en realidad.

—Eso dices tú. Creo que eres la única persona que le ha agradado alguna vez.

—Sí, bueno, aprendí mi lección después de enfurecer a un realmente feroz hazer —guiña un ojo.

Arthit no dice nada, sólo muestra en su rostro el rastro de una sonrisilla.

Kongpob detiene sus pasos mientras hacen su camino por el vestíbulo, tomando también la otra mano de Arthit.

—¿Quieres comer fuera esta noche o pedimos para llevar? No tengo muchas ganas de cocinar.

—Em, podríamos comer fuera, supongo.

—¿Italiana? ¿Japonesa?

—Japonesa. No quiero ver siquiera una pizza en este momento.

Arthit de inmediato se arrepiente de haber decidido comer fuera. El restaurante está lleno, con un gran grupo de particularmente entusiasmados turistas llegando luego de que estuvieron sentados. Cada gran restaurante o distrito comercial ha estado abarrotado de gente desde mitad de semana, con muchos de ellos esperando formar parte en las festividades del Songkran después del fin de semana.

—Lynda, vi un McDonald’s bajando la calle. ¿Por qué no podemos comer allí?

—No vinimos a Asia para comer en McDonald’s. ¡Este es el paquete completo, Josh! ¡Comeremos auténtica comida japonesa en un país asiático!

—Estamos en Tailandia, Lynda.

—Sí, pero bueno ¡no me gusta la comida picante!

Ambos intentan contener la risa mientras leen detenidamente los especiales de la noche.

—¿No prefieres ir a algún otro lado? —Kongpob lo observa sobre su menú.

—No, está bien, sólo hay que comer rápido e irnos.

Arthit pide la cuenta mientras literalmente está tomando en su boca la última cuchara de arroz y Kongpob sólo muerde su labio. Había esperado poder hablar esa noche, quizá sacando el tema de la incomodidad que ha habido entre ambos por el último mes. O algo, lo que sea. Pero entrega su tarjeta sin decir nada.

—¿Te duchas primero? —Arthit afloja su corbata mientras abren la puerta.

—Sí —Kongpob se quita los zapatos y deja su maletín en el piso, girándose para tomar la corbata de Arthit entre sus dedos. —O puedes unirte a mí —intenta, fingiendo una expresión inocente.

Está siendo lindo y coqueto y Arthit no puede soportar el hecho de que su actitud esté dirigida a él, sintiéndose de todas formas excepto coqueto últimamente. Durante las últimas semanas, Kongpob ha hecho no pocos, sino múltiples intentos por ponerse íntimo con Arthit, pero por lo regular se encuentra con un rechazo sarcástico o bien uno con el que Arthit proclama no estar de humor para eso.

Y eso es cierto. Aunque el cuerpo de Arthit por lo regular piensa por sí mismo cuando están tan cerca el uno del otro, últimamente no se ha molestado en tomar el asunto entre sus propias manos. Ahora mira a Kongpob, detectando lujuria y frustración reprimida en los ocasionales vistazos a su boca, así como confusión sobre su normalmente emocionante y provechosa vida sexual que se ha tomado un repentino descanso.

Se siente culpable. No es que no quiera hacerlo, pero cada vez que Kongpob empieza a adorarlo físicamente, todo lo que llena su mente no es nada más que lo que se le hace tan amorosamente a su cuerpo, y entonces se queda allí, acostado e inmóvil, por completo incapaz de disfrutar el momento.

Pero quiere intentarlo.

—De acuerdo —dice, y la obvia estupefacción en la expresión de Kongpob manda otra punzada de culpa al pecho de Arthit.

—¿Sí? —Dice Kong, con esperanza en su voz.

—Sí —Arthit le da una ligera sonrisa y Kongpob retrocede caminando hacia el cuarto de baño, trayendo a Arthit consigo.

Sus labios se encuentran, con lentitud y paciencia mientras se desvisten el uno al otro y entran a la ducha.

El denso vapor y la sensación de sus bocas una contra la otra hace que se acelere el corazón de Arthit y, extrañamente, eso calma su mente, despejándola de los pensamientos sobre su trabajo, de su decadente autoestima y de su agobiante culpa.

Por primera vez en un tiempo, se siente bien y se permite sentir el placer de ser besado y abrazo y cuidado, sintiendo las manos de Kongpob y sus labios explorándolo hambrientos.

Entonces, Kongpob sube su boca de regreso a la suya y le susurra con desesperación:

—Eres tan hermoso, P’Arthit. No puedo creer que seas todo mío.

Un anillo de diamantes.

Cinco rosas y cuatro claveles.

Cláxones a lo lejos.

Pollo frito.

Licor de fresa.

Un baile junto a la piscina.

Un anillo de diamantes.

Fuegos artificiales.

Pastel. Un camino de piedra.

El hospital.

Un anillo de diamantes.

Arthit pasa saliva y sus manos caen a sus costados, con los ojos bien abiertos y su sangre corriendo de regreso a su torso. Mira al hombre frente a él, con sus ojos buscando y buscando hasta que se da cuenta de que el momento se ha ido.

Así como así.

—Lo siento, Kong —dice por la que es tal vez la décimo segunda vez el último mes.

Se escapa del espacio entre Kongpob y la pared de la ducha, deslizando la puerta para abrirla y envolviéndose en una toalla antes de salir a la recámara.

Ninguno de ellos oye al otro derramando lágrimas de frustración.

El fin de semana pasa sin mucho más que una palabra dicha entre ellos, ni un solo toque a pesar de compartir la cama que de repente es demasiado pequeña.

Es la noche del domingo cuando ambos reciben mensajes de texto de los chats grupales de sus amigos, preguntándoles si quieren tomar un taxi a Silom al día siguiente y diciéndoles que lleven una pistola de agua adicional.

Desde su lugar en el sofá, Kongpob levanta la mirada hacia Arthit, quien está sentado en un taburete de la barra de la cocina, usando su laptop.

—¿Iremos con ellos? —Dice Arthit al fin, después de varios momentos de silencio.

—Iba a llevar mi motocicleta.

—¿En dónde estacionarás?

—Tal vez en la esquina de Naradhiwas.

—¿Tan cerca del puente?

—Bueno, allí nos veremos con tus amigos, ¿cierto?

—Sí, supongo.

—Así que estacionaremos en esa calle.

—¿Por qué no podemos simplemente ir en taxi?

—¿Planeas quedarte hasta tarde?

—No, sólo… no importa. Iremos en tu moto.

—Si quieres, puedes ir con ellos en el taxi. De todos modos no caben seis personas, así que puedo ir yo solo.

—Está bien, Kong. Iremos en tu moto.

—Pero quieres ir con ellos, ¿cierto? Sólo hazlo.

Arthit se baja del taburete y exhala en voz alta.

—Iremos en tu moto. Fin de la discusión —dice antes de irse por el pasillo hacia su recámara.

No vuelven a hablar por el resto de la noche.

Una de las calles más concurridas de Bangkok, que por lo regular es transitada por kilómetros de autos y motocicletas, en este momento se encuentra inundada con lo que probablemente son dos tercios de la población de la ciudad además de aventureros turistas. Están vestidos con vibrantes tonalidades que abarcan por completo el espectro de colores, con las chicas con sus cabellos trenzados y los hombres con coloridas camisas hawaianas.

Los vendedores bajo los coloridos paraguas están alineados a las orillas de la calle, vendiendo agua perfumada, elaboradas guirnaldas de flores y todo tipo de juguetes de agua. Alegre música se hace oír estruendosa desde varias esquinas y los transeúntes trepan al camino de concreto bajo el puente.

Bright apenas se las arregla para salir del auto de Knot antes de que alguien le moje la cara, dejándolo con la camisa empapada y escupiendo agua por la boca.

—¡Oigan! Sé que soy ardiente pero ¡al menos cómprenme comida antes de apagar mi llama! —grita, yendo directo hacia el grupo de chicas risueñas.

Knot niega con la cabeza y cierra la puerta del auto, caminando hacia donde Kongpob y Arthit están sentados en el borde de la acera, con un espacio entre ellos tan grande que bien podría caber un perro grande. Ya están empapados de pies a cabeza por los transeúntes que pasan disparándoles con sus pistolas de agua así como manchándoles el rostro con tizas de colores.

—¿Por qué están allí sentados? Pudieron adelantarse.

—Eso es lo que yo dije —murmura Kongpob. —Pero él… no importa.

—Yo dije que tú podías adelantarte y que te alcanzaría cuando ellos llegaran.

—Sí, bueno, vinimos juntos y no tiene sentido que yo vaya por allí solo, ¿o sí?

—Ellos son mis amigos, Kong. No tuyos.

Kongpob sólo lo mira y asiente, con una expresión indescifrable. Se levanta, yendo hacia la calle y deteniéndose frente a uno de los grandes barriles de agua, haciendo fila detrás de un grupo de otros transeúntes para rellenar su pistola de agua.

Knot observa a Arthit, quien sólo suspira, jugando con la bomba de su propia pistola.

—¿Quieres decirme lo que sea que sucede?

—No realmente.

—Creí que ibas a pedirle matrimonio hace medio año. ¿Qué sucedió? Nunca escuché que dijeras nada al respecto luego de mencionarlo por primera vez.

—No sucedió —se encoge de hombros. Eso es lo último que quiere recordar.

—Espera, ¿dijo que no? —Knot luce genuinamente alarmado.

—No ha dicho nada —Arthit se levanta, apoyándose contra un poste de luz. —Nunca pude pedírselo.

—¿Por qué? Tienes el anillo, sólo hazlo.

—Lo intenté, ¿de acuerdo? En nuestro aniversario, en la víspera de Año Nuevo, en nuestros cumpleaños y lo consideré en unas otras ocasiones más. Cada ocasión, de alguna forma lo arruiné y no sucedió.

—¿Por qué no solamente lo haces en casa?

Arthit suelta un bufido.

—Ya sabes cómo es él. A él le gustan las mierdas cursis y románticas. Ya sabes, flores, cenas, lucecitas y todo eso. No podía simplemente pedírselo mientras estábamos en el sofá viendo un programa de entrevistas.

—¿Por qué no? —Se burla Knot, incrédulo. —Arthit, obviamente no conozco tan bien a Kongpob, pero sí sé lo locamente enamorado que él está de ti desde esa cosa rara que tenían desde nuestros días de hazers. Ustedes han estado juntos por casi diez años y él literalmente sigue siendo el emoji con los ojos de corazones cuando está contigo y sé que sientes lo mismo por él. A este paso, estoy bastante seguro de que podrías gritarle ¿cásate conmigo? mientras cagas en el baño y aun así él tocaría el cielo con las manos.

Arthit está callado, raspando la suela de su sandalia en el borde del pavimento húmedo.

—¿Y si dice que no? —Su voz es baja y la pregunta sale urgente.

—No dirá que no.

—Pero ¿y si…?

—Maldita sea, ‘thit. Sólo habla ya con él. Ya no es divertido ver todo este autodesprecio, toda esta estupidez de no me merezco una mierda. Tú mereces ser feliz, ¿me oyes? Si aún lo amas y quieres aunque sea la menor de las oportunidades para conservarlo, entonces ve allá y resuelve toda esta mierda.

Knot suspira, colocando una mano sobre el hombro de su amigo.

—Anda, ve por tu hombre —dice, empujando a Arthit en dirección a Kongpob.

Bien, bien, iré —alza su mano en gesto de rendición.

Kongpob está jugueteando con su sandalia cuando Arthit se acerca dubitativo al barril de agua para el cual está esperando su turno. Se pausa un momento cuando se pone apropiadamente de pie y nota la compañía que tiene.

—No me refería a que no fueran tus amigos —dice Arthit, en voz baja. —Lo siento.

Toma el cucharón dentro del barril y empieza a verter agua en la abertura del tanque de agua en su pistola.

—Se supone que debes sumergirla toda en el barril y dejar que se llene —dice Kongpob, quitándole la pistola para sumergirla en el agua.

—Es un juguete, Kongpob. No creo que haya una forma correcta de hacerlo.

—Sólo digo que es más sencillo.

—¿Por qué me estás provocando?

—No te estoy provocando. Sólo te digo que…. ¿sabes qué? No importa.

—Bueno, ¡tú empezaste con tu actitud de sabelotodo sobre sumergirla en el barril!

Kongpob parpadea en frustración y empuja la pistola de regreso a las manos de Arthit.

—¿Yo empecé? ¡Tú eres el que ha estado resentido por las últimas semanas y yo no puedo decir o hacer nada sin preocuparme sobre si te enojarás conmigo por una mierda u otra!

Es raro que Kongpob alce la voz y mucho más que diga groserías en público o use pronombres informales, pero Arthit se siente demasiado decidido como para echarse hacia atrás o huir de esa pelea. No esta ocasión.

—¡¿Por qué estaría enojado contigo?!

—¡Rayos, no lo sé! ¿Tal vez porque apenas me hablas desde que dejamos el hospital a menos que sea estrictamente necesario o porque soy yo quien inicia una conversación? ¿Tal vez porque de repente te quedas en el trabajo hasta horas ridículas de la noche cuando yo  que no tienes ningún gran proyecto últimamente, dado que yo soy tu proveedor? ¿O tal vez porque me alejas cada vez que intento tocarte, o porque lo intentamos y no llega a nada! ¡Ni siquiera sé qué fue lo que hice tan mal!

—¿Tú? ¡Tú nunca haces nada mal! ¡El problema soy yo! ¡No puedo ir a ningún sitio o hacer nada sin que me recuerden lo malditamente perfecto que eres!

—Ah, aquí vamos de nuevo. No soy perfecto…

—…no en las cosas pequeñas. ¿Bromeas? Te ves como un maldito príncipe de Disney, Kong, y eres uno de los solteros más exitosos de Tailandia. Cautivas a cada maldita persona con quien cruzas caminos, tu familia es literalmente la gente más amable que he conocido, y para colmo, ¡eres bueno en básicamente todo lo que haces! ¡Ni siquiera entiendo por qué mierda alguien como tú se molesta en soportar mi lamentable ser!

Arthit ahora está gritando a todo lo que da, llamando la atención de algunos pocos transeúntes entrometidos. La expresión de Kongpob se suaviza un poco.

—P’Arthit, eso no es lo que…

—¡No! Nada de lo que hago alguna vez me hace sentir que algún día podré estar a tu nivel. Me veo como alguien promedio, soy obstinado y temperamental, ¡y me quejo y me preocupo por la más mínima mierda! No soy rico, mi familia es rarísima y tal vez sea porque soy hijo único que no sé cómo cuidar de otra gente o hablar de mis sentimientos tal como tú lo haces.

¿No lo entiendes? Todos quienes te conocen se enamoran locamente de ti, yo incluido, y tú literalmente podrías tener a quien quieras en el mundo, pero aquí estás, encadenado con el desastre de ser humano que soy. ¿Por qué? Constantemente cuidas de mí y haces todas estas cosas maravillosas para asegurarte de que me siento amado, pero yo no puedo hacer ni una maldita cosa a cambio porque no sé cómo y maldita sea, Kong, ¡¿por qué mierda sigues conmigo?!

Su rostro ahora está empapado con lágrimas y su respiración ahora está entrecortada. Kongpob sólo se lo queda mirando, con lágrimas acumulándose en sus propios párpados. Pasa saliva dolorosamente, conteniendo un sollozo que amenaza con escapar.

—¿Qué intentas decir, P’Arthit? —Su voz se oye tensa y no está muy seguro de si está listo para escuchar la respuesta. Teme que esta será exactamente la que ha estado sospechando.

Mientras Arthit piensa sus próximas palabras, un muy grande y alto hombre con crop top y shorts de mezclilla dueño de uno de los tantos puestos de juguetes de agua, empieza a bailar detrás de su mesa. Este ha estado reproduciendo especialmente insoportables canciones de música electrónica por toda la tarde y ahora mueve los brazos en el aire, disfrutando mientras los transeúntes cercanos lo mojan con sus pistolas de agua.

Es por completo ridículo, de eso Arthit se da cuenta.

Pero con todo lo que ha pasado y con las palabras de Knot dando vueltas en la espiral de pensamientos de autodesprecio en su cabeza, simplemente ya no le importa. Por primera vez, sabe con exactitud lo que quiere y no quiere perder más tiempo planeando o pensando.

“Te mereces ser feliz, ¿me oyes?”

Está exhausto de correr y esconderse.

—Lo que intento decir es que… —empieza.

Sin embargo, el chico del crop top ve allí una oportunidad para subir todo el volumen a sus altavoces, trepando a una silla y atrayendo la atención de quienes están cerca de su animado baile. Arthit ya no puede diferenciar entre el latir de su corazón y el lento y constante ritmo del bajo.

Kongpob está confundido, entrecerrando los ojos como si eso fuera ayudarlo a escuchar mejor.

Me refiero a que —intenta de nuevo, ahora en alto— que quiero… ¡ow!

Contra la cabeza de Arthit choca una esponja mojada que fue lanzada desde el puente sobre ellos, interrumpiéndolo a la mitad de la frase y empapando toda la parte superior de su cuerpo. Arthit se sacude el cabello, intentando quitarse el agua de encima y frotando de sus ojos el exceso de humedad. Los altavoces emiten ondas sonoras que resuenan tanto que pueden sentir el pavimento temblando bajo sus sandalias.

Kongpob se inclina ligeramente hacia adelante, colocando su mano sobre su oreja.

¡¿Qué?! ¡No te oigo! —grita de vuelta.

Dije que quiero…

Ahora, la multitud a su alrededor parece sentirse atraída por la música, empujándose por todos lados para acercarse a la mesa del vendedor.

Arthit está perdiendo la calma rápidamente, y de milagro, se las arregla para tomar el brazo de Kongpob antes de que se los lleven los cuerpos danzantes a su alrededor.

Dije que…

Sólo basta un torpe empujón más al hombro de Arthit por parte de un ligeramente imprudente y borracho transeúnte para que…

¡Por el amor de DIOS! ¡¡¡¿Serías mi MALDITO ESPOSO, KONG?!!!

No ha adoptado tal volumen de voz o actitud desde que era hazer, pero en lugar de contraatacar con una ingeniosa respuesta, Kong se congela, boquiabierto por el desconcierto.

—¿Qué dijiste? —Dice, apenas respirando mientras procesa la pregunta.

El chico del crop top parece haber entendido su relativamente discreto momento entre el embravecido océano de coloridas camisas y esporádicos chorros de agua, así que vuelve a bajar la música y detiene sus movimientos para observar. Incluso algunas partes de la multitud más cercanas a su alrededor han calmado sus acciones, conteniendo el aliento con curiosidad mientras los dos se miran fijamente el uno al otro.

—Dije que —Arthit exhala un suspiro, retirando el cabello mojado de su rostro—, ¿te casarías conmigo, Kong? Porque he estado escondiendo este maldito anillo por… ¿qué? ya seis malditos meses y créeme, de verdad lo intenté —resopla por sus propias desgracias. —Al menos tres veces, pero cada ocasión que intenté planearlo y llevarlo a cabo, algo se interponía en el camino, e incluso ahora me está interrumpiendo esta música de antro de mierda —apunta con toda la intención al vendedor, quien se ve ligeramente ofendido.

Y estoy aquí de pie a la mitad de la maldita avenida Silom de entre todos los lugares posibles, estoy empapado de pies a cabeza, usando una camisa hawaiana y sandalias, y tengo tiza por toda la cara, pero ya no me importa una mierda, ¿de acuerdo? Todo lo que quería era hacer algo romántico para ti por primera vez, y hacerte entender lo mucho que te amo, ¿sí, Kong? Maldita sea, te amo tanto que todo esto me está comiendo vivo, así que ya ve y hazme tu maldita esposa, porque…

—Sí.

Arthit detiene su vómito verbal, mirando fijamente esos ojos marrones que poco a poco muestran arrugas a los costados por lo amplio que Kongpob está sonriendo. El golpeteo en su pecho llega a sus oídos y su respiración se entrecorta.

—¿Q-Qué?

—Dije que sí. Un millón de veces sí, Arthit. Me casaré contigo.

Kong sigue llorando, pero ahora sus lágrimas se topan con su resplandeciente sonrisa y Arthit siente que meses de tensión acumulada dejan su cuerpo. Mi hermoso Kong, piensa. Mío.

Su pistola de agua cae a la calle, abandonada junto a sus pies mientras atrae el rostro de Kongpob hacia el suyo para encontrar sus labios en un ferviente beso, levantándolo por las piernas y girándolo alrededor.

No se ha sentido así de vivo en años.

Los centenares de personas sobre y alrededor de ellos estallan en aplausos y vítores y las peleas de agua se reanudan, con algunas personas mojando a la pareja que se besa mientras se ríen sobre la boca del otro y el agua se mezcla con el sabor de las lágrimas saladas.

—No puedo creerlo —Arthit baja lentamente a su novio… no, prometido, al suelo. —Todos estos planes y secretos y así… así es como sucede. Estoy tan malditamente….

Kong lo silencia con otro beso, limpiando algo de la tiza azul en su mejilla.

—Sabes, para alguien que dice ser malo mostrando sus sentimientos, en realidad hablas mucho.

—Te odio —lo empuja con ligereza, pero está sonriendo.

—Bueno, estás atrapado conmigo de por vida, esposo mío.

—Iugh. Sin apodos.

Kongpob sólo ríe y envuelve sus brazos alrededor del cuello de Arthit, juntando sus frentes. Sonríen tanto que sus mejillas duelen, pero no les importa.

—Esto va a estar por todo Internet, ¿cierto?

—Ahora todo el mundo sabe que eres mío.


Y si esto fuera una película o un capítulo de una serie, la cámara se alejaría lentamente de ellos, dándonos una vista aérea de toda la avenida Silom vibrando con colores y risas y chorros de agua llevándose consigo los problemas pasados y dando la bienvenida a una nueva era.

Ahh, ha sido una avalancha de emociones tanto para mí como para estos tortolitos, pero espero que lo hayan disfrutado con ellos. Espero haberles hecho justicia, aunque sé que tengo una tendencia por ser rebuscada con las palabras. Arthit siempre tendrá batallas mentales que tiene que superar, pero no tengo duda de que cada una de ellas irá construyendo poco a poco el camino. Después de todo, ahora tienen el resto de sus vidas juntos por delante.

Aún sigue un epílogo, así que ¡por favor estén al tanto!

Gracias por los comentarios reveladores en el capítulo anterior. Las enfermedades mentales son algo muy real con las cuales muchas personas luchan en distintos niveles y no siempre se manifiestan de las formas que pensamos. Me alegra que para algunos de ustedes, mi Arthit ha sido alguien con quien pueden identificarse, pero también espero que sus batallas internas sirvan como recordatorio de que también debemos cuidar de nosotros mismos.

Traducido al español por StSassa

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