Pastillita Feliz

Advertencias: Contenido sexualmente explícito
Traducido al español por StSassa

Después de una resaca, Arthit toma una pastilla para aliviar su dolor … y obtiene más placer de lo que esperaba. 

A Arthit le gusta pensar que no es del tipo que se emborracha con facilidad, y la mayoría de las veces que esto sucede, por lo regular es el último aún algo sobrio luego de una particularmente revoltosa noche fuera con sus amigos. Es tanto una bendición como una maldición, porque aunque muy raras veces tiene resaca al día siguiente, a menudo se ve obligado a arrastrar a sus ebrios amigos de regreso a sus dormitorios al final de la noche.

Tutah suele ser el primero en perder la compostura, con frecuencia terminando la noche enroscado y llorando dramáticamente en una esquina por su solitaria situación sentimental y lamentando sus inexistentes relaciones pasadas.

A él le seguía Prem, quien se vuelve extrañamente callado y ve con intensa furia a su vaso de licor sobre la mesa como si estuviera convocando sus poderes telepáticos para romperlo en un millón de pedazos.

Bright se convierte en una exagerada versión de sí mismo, comenzando con coquetearle (sin éxito) a cada chica (y en una ocasión, a un chico) en su campo visual antes de pasar poco a poco a sus entretenidos intentos por seducir objetos inanimados.

Incluso Knot, quien todos han acordado que es el más sensato de su grupo, batalla para mantenerse despierto luego de tres cervezas.

Pero, quizá porque había estado de un particular buen humor esa noche, celebrando el final del semestre o porque sabía que por allí había alguien que lo llevaría a casa, Arthit había bebido más de lo que normalmente bebería. Cuando el alcohol se asentó en su cuerpo, Arthit se había metido de lleno en una sorprendentemente coherente lección sobre los fundamentos de la química orgánica y había enlistado las estructuras atómicas de variados polímeros sintéticos a todo aquel que quisiera escucharlo.

En esta ocasión en particular, el único miembro de su audiencia había sido nadie más que su novio, quien se había mantenido en su mayoría sobrio y escuchando cada palabra, asintiendo convincente a manera de apoyo y ofreciendo cumplidos reconfortantes en el sentido de Eso es fascinante, P’ y Eres tan inteligente, P’, dichos con honestidad y con una sonrisa entretenida y cariñosa. Kongpob apenas prestó atención a sus propios amigos, quienes estaban en variados estados de ebriedad.

Arthit había continuado con su lección todo el camino a su dormitorio, comparando las diferentes ventajas de los moldeos por inyección de polipropileno con aquellos métodos de extrusión. Kongpob había simplemente interpretado el rol del estudiante atento hasta que, al fin, Arthit se había sumergido en un pacífico sueño, murmurando algo sobre cómo esperaba que la tarea le fuera entregada en la próxima clase mientras Kongpob le prometía que sí, haciendo que tomara tragos de agua con la ayuda de un popote.

Cuando se despierta al día siguiente, hace un doble esfuerzo para abrir los ojos ya que la luz solar es especialmente cegadora. Su mente está un poco nublada y siente el inicio de un leve dolor de cabeza, pero es más uno que sentirías luego de colgar mucho tiempo bocabajo de los pasamanos en lugar de una fuerte migraña. Se ha sentido peor antes y agradece que su ligeramente excesiva ingesta de la noche anterior sólo le trajo este leve grado de sufrimiento.

Se rueda hacia su otro lado para darle la espalda a la ventana y se encuentra con el pecho de Kongpob. Su novio está sobre su costado, con la cabeza recargada sobre su mano apoyada sobre su codo.

—Buenos días, P’Arthit —dice en voz baja, colocando un mechón de cabello detrás de la oreja de Arthit. —O casi tardes, supongo.

Arthit echa un vistazo al reloj de pared detrás de Kong. En efecto, ya son las 11 de la mañana. Gruñe ligeramente y después se incorpora para quedar sentado; Kongpob hace lo mismo.

—¿A qué hora regresamos anoche? —parpadea somnoliento y se frota los ojos. Su voz está ronca y un poco áspera, tanto por el sueño como por el alcohol. Contempla el sin duda fresco estado de Kongpob. —¿Ya te duchaste?

—Casi a las 2 am. Y sí, ya me duché. Me desperté sólo un poco antes que tú.

Arthit asiente y con pereza deja caer sus piernas por el borde de la cama, exhalando un deshidratado suspiro antes de caminar lentamente hacia el baño. Se da una larga ducha multipropósito, cepillando sus dientes y orinando mientras el champú se enjuaga de su cabello.

Normalmente le disgustaría la idea de orinar en la ducha, pero está demasiado mareado como para que le importe. Aunque pronto, la mentolada pasta mental y la ducha caliente alivian algo del seco escozor en su garganta y le sirven para despertar un poco más sus sentidos.

Kongpob está en el escritorio, ordenando algunas montañas de papeles cuando Arthit sale del baño con un nuevo conjunto de ropa cómoda. Todavía hay una leve tensión en la parte delantera de su cabeza y masajea sus sienes por sobre la toalla mientras termina de secarse el cabello.

—¿Quieres un analgésico, P’Arthit? —Kongpob le quita la toalla y masajea con gentileza la suave tela sobre su cabello húmedo.

Arthit niega brevemente con la cabeza, observando el rostro de Kongpob mientras este frota con concentración la toalla sobre su nuca.

—Está bien, me he sentido peor luego de una noche fuera.

—Estabas bastante parlanchín anoche, P’ —Kongpob sonríe con burla, acomodando la toalla en el respaldo de la silla del escritorio. —Aprendí mucho sobre diferentes polímeros.

Arthit entrecierra los ojos en una poca entusiasta mirada furiosa.

—Al menos no soy un borracho pervertido o enojado. A nadie le hace daño un poco más de conocimiento.

—No me estoy quejando, P’Arthit.

Se sientan en el borde de la cama, con Arthit subiendo sus piernas al colchón para sentarse de piernas cruzadas.

—¿Algún plan para hoy?

Kongpob niega con la cabeza, apoyándose sobre sus muñecas.

—Estaba pensando que de rato tal vez podríamos salir al campus para comer. ¿Suena bien?

—Sí, está bien —Arthit sigue frotando sus sienes con sus manos en un intento de estimular el flujo sanguíneo fuera de su cabeza y hacia el resto de su cuerpo. —Pero primero tengo que limpiar mi dormitorio. Es un desastre y no he lavado la ropa en una semana.

Kongpob asiente y retira las manos de Arthit de su cabeza, agachándola para dejar un beso furtivo en su frente. Arthit se aparta, ligeramente sonrojado por lo cual su novio sólo ríe.

—¿Seguro que no quieres un analgésico? Te ayudaría más que frotar tu cabeza sin cesar.

Arthit entrecierra los ojos brevemente. Tal vez, sólo tal vez, algo de alivio le vendría bien.

—De acuerdo —dice. —Hay algunos en el armario del baño.

Kongpob asiente y va a traer un vaso con agua mientras Arthit comienza a recoger prendas de varias superficies para apilarlas en su cesto de ropa sucia. Deja el cesto a un lado cuando su menor sale del baño con una pequeña cápsula blanca y le ofrece el vaso.

—Bébela toda. Es probable que también estés deshidratado.

Echándose la pastilla a la boca, Arthit bebe el vaso entero como si fuera lo mejor que ha probado. La humedad alivia su garganta seca al instante.

—Llevaré esto a la lavandería —dice Kong, levantando el cesto lleno. —Vuelvo en unos diez minutos.

Arthit asiente, pasando a tender la cama cuando la puerta se cierra. Sonríe brevemente para sí mismo, en secreto feliz por que su novio se haya quedado con él durante la noche para cuidarlo. No es como si alguna vez fuera a admitirlo, pero le gusta ser consentido de vez en cuando y, en su estado actual, no está realmente de humor como para rechazar el afecto que Kongpob está a dispuesto a darle.

Mientras extiende la sábana sobre el ancho del colchón, percibe el familiar aroma de la limpia y almizcleña esencia de Kongpob. Pasa una mano sobre la sábana para alisarla y empieza a sentirse ligeramente sudado; su piel cosquilleando por la ligera humedad. Debe estar desarrollando una fiebre leve, de ahí el dolor de cabeza, y el analgésico lo está ayudando a transpirarla. Aunque nunca antes le habían hecho efecto tan rápido.

Mientras acomoda las almohadas, golpeándolas repetidas veces para que estén lo suficientemente acolchonadas, la cama cruje con ligereza por el impacto. Su pecho comienza a sentirse tibio con una sensación que se le hace familiar, pero que por el momento no puede identificar. La ignora, pasando a recoger sus desordenados libros de texto para apilarlos en la mesita auxiliar.

Sin embargo, es cuando se ve al espejo de la mesa auxiliar cerca de la puerta que ve sus pupilas dilatadas; su respiración se siente pesada y su sangre corre por sus venas como una corriente de agua tibia sobre sus nervios. Su nuca está empapada, no por su cabello recién lavado, sino por el sudor.

Pronto, Kongpob abre la puerta y coloca el cesto de ropa bajo el lavabo del baño antes de notar que Arthit se ha quedado mirándose a sí mismo en el espejo de la mesita auxiliar.

—¿P’Arthit? ¿Estás bien?

Kongpob se mueve para tomar la mano de Arthit, tirando de él para mirar su rostro, con sus ojos bien abiertos por la preocupación. Arthit no responde, se encuentra mirando directo a los brillantes ojos de Kongpob; sus propios párpados se encuentran entreabiertos mientras su mirada baja a los rosados y tentadores labios de su novio.

Kongpob sólo sonríe y se inclina hacia adelante para presionar con suavidad sus labios sobre los de Arthit en un beso dulce y paciente, con sus bocas moviéndose una sobre la otra en un tranquilo ritmo. Algo parece agitarse dentro de Arthit cuando siente los brazos de su novio envolviéndose alrededor de su cintura; una más intensa oleada de hormigueo lo ataca y entonces reconoce la bastante familiar sensación que se ha estado formando en su pecho durante los últimos minutos.

El ligero sudor, el tibio cosquilleo en su piel, el hormigueo.

No tiene fiebre. Está… caliente.

Y en vez de hacer una pausa para preguntarse el porqué, principalmente porque ya están besándose y porque detenerse para Googlear sus “síntomas” en este momento de alguna forma sería más vergonzoso que admitir que está excitado, decide sucumbir ante los deseos de su cuerpo. Kongpob casi se aleja sobresaltado cuando siente a Arthit exhalar pesado y tirar de él para acercarlo, profundizando el beso simple para convertirlo en uno ardiente y desesperado.

Se alarma incluso más cuando Arthit es quien hambriento captura sus labios de nuevo, tragándose su jadeo de sorpresa cuando su espalda choca con la pared cercana a la puerta principal. Arthit no está seguro de qué está pasando, pero todo lo que sabe en este momento es que siente una sed mortal que sólo puede satisfacer al besar a su novio. Sus manos parecen tener mente propia, sujetándose del material a los costados de la camisa de Kongpob mientras su boca se mueve hacia abajo para dejar húmedos roces sobre la afilada mandíbula de su menor.

—P-P’Arthit… —Kongpob exhala un susurro, alzando sus manos para enterrar sus dedos en el cabello de Arthit. —¿Te… te sientes bien?

—Cállate, Kong —respuesta viene baja y casi en un gruñido mientras sus manos hacen su camino hacia el dobladillo de la camisa de su novio, tirando de la tela hacia arriba por su pecho mientras baja la cabeza para dejar más besos calientes y húmedos en la piel bronceada. Pronto, tira de molesta camisa para sacarla sobre la cabeza de Kongpob y se saca la propia antes de lanzar ambas a su lado sobre el piso, para la gran pero comprensible sorpresa de su pareja.

Él ya puede sentir su erección creciendo dentro de sus bóxers, suplicando cualquier tipo de contacto. Sus labios se toman un descanso de los de Kongpob, apartándose apenas un poco para mirar sus pupilas dilatadas, intentando comunicar sin palabras su desesperación por ser tocado.

Por suerte, el más joven parece entender su silenciosa súplica, haciendo avanzar a Arthit de espaldas hasta que este está recargado contra la otra pared; con manos yendo a tientas por la piel pálida y lechosa y pulgares rozando oscuros pezones rosados, duros incluso desde antes del ardiente contacto.

La desesperación de Arthit se exterioriza con ahogados gemidos y con su respiración rápida y agitada, intentando empujar de forma sutil la cabeza de Kongpob más hacia abajo hasta que su novio se da cuenta de qué es lo que quiere de él.

—P’Arthit, nunca te había visto tan… —Kongpob respira, llegando frente a la dolorosamente dura longitud de Arthit que hace una carpa dentro de sus bóxers— …necesitado.

—Lo juro por Dios, Kong… —gime Arthit. Su pulgar juega con el elástico de sus propios bóxers, pero aún manteniendo un rastro de su usual indecisión. Su pecho, entrepierna e incluso su rostro le duelen por el deseo, y si Kongpob no hace algo pronto, él va a… —Oh, maldición

Su voz tiembla cuando Kongpob se apresura a bajar el material azul y no pierde el tiempo para tomar el rojo e inflamado largo en su boca, chupando suavemente la cabeza que ya está cubierta de preseminal. Arthit enreda sus dedos en los oscuros mechones de Kongpob, intentando no tirar muy fuerte, pero sintiendo la necesidad de sujetarse de algo.

Kongpob da un provocador lengüetazo desde la base del falo de su pareja, con su lengua apenas rozándolo y deteniéndose de forma ocasional para presionar suaves y pausados besos a lo largo de la sobresaliente vena.

—Maldita sea, deja de jugar, Kong —Arthit dice ahogado, entre dientes. Su agarre en el cabello del menor no puede ser más apretado. Kongpob está un poco aturdido, pero lo toma en su boca, con sus labios estirándose alrededor de su circunferencia y con la punta de su lengua haciendo círculos bajo el largo antes de jadear, siendo halado con brusquedad por los cabellos de su nuca y con su boca volviendo a chocarse voraz con la de Arthit.

—¿Cama? —Susurra Kongpob sobre la mejilla de Arthit mientras el mayor le saca los shorts y la ropa interior de una sola vez, tomando con firmeza entre sus manos sus glúteos pequeños pero firmes. Arthit niega rápido con la cabeza, con un dedo recorriendo descuidado la longitud goteante de su novio. —¿Estás seguro? Será más cómodo.

—Yo… eh… acabo de tender la cama —Arthit echa la cabeza hacia atrás con un gruñido mientras Kong ríe; su aliento se siente caliente sobre el hueco del cuello de su novio, enviando temblores a todo su cuerpo. Apenas empezaron a besarse hace unos pocos minutos, pero un hambre voraz por el contacto se propaga por su cuerpo y bien podría explotar por la necesidad si no se le satisface pronto.

—Pero… lubricante… y condones… —Kong susurra débilmente mientras empieza a frotarse a ciegas contra su novio; sus erecciones se deslizan descuidadamente una contra la otra, arrancando el más hermoso gemido de los labios de Arthit.

—No me importa. Sólo… sólo hazlo aquí.

—¿Estás seguro? Está justo a…

Maldita sea, Kong, ¡no voy a quedar embarazado!

El normalmente impasible hazer toma la mano de Kongpob y se la lleva a la boca, chupando con entusiasmo los dedos morenos y delgados mientras siguen meneando sus caderas. Su menor sólo se queda mirando incrédulo a los hinchados y rosados labios entre los cuales desaparecen sus dedos, aún intentando procesar lo que está sucediendo, pero sin quejarse de ninguna forma. Decidiendo que los dedos están lo suficientemente húmedos, Arthit se gira; con una mano se sujeta a la pared y la otra empuja la mano de Kongpob hacia abajo a su arrugada entrada.

Por supuesto, Kongpob se toma su tiempo, insertando con gentileza el primer dedo con tentadores y leves movimientos; su boca está presionada bajo la oreja de Arthit, succionando la piel de allí y provocándole necesitados jadeos en tono alto.

—¿Estás seguro de que no sigues ebrio, P’? —dice, moviendo un segundo dedo dentro del agujero caliente y húmedo, haciendo tijeras poco a poco y con cuidado.

—¿Me oyes h-hablándote de… ahhhh, polietileno? —gimotea, aún intentando sonar de cierto modo intimidante a pesar de su dolorosamente dura longitud nublando sus pensamientos.

—No me molestaría —Kongpob ríe ligeramente, tomando el lóbulo de Arthit entre sus dientes y mordisqueando la piel con suavidad. —Eres muy sexy cuando me hablas de ingeniería de polímeros.

—¡Kongpob! —Intenta regañar a su menor, pero sale más como un chillido de placer. —¡D-Deja de hablar y tómame ya! —grita en un susurro, dándose la vuelta y trayendo a su estupefacto menor hacia él.

—Yo… ¡S-Sí, P’!

Kongpob tartamudea, pero se acerca más y engancha la pierna de Arthit tras su espalda antes de alinearse a su entrada. Escupe en su mano, dándole a su propio pene palpitante unas caricias más antes de introducir lentamente la punta, ganándose un siseo (¿de placer? ¿de dolor?) por parte del mayor, cuyos ojos están fuertemente cerrados. Kongpob se estremece por la sensación de carne con carne, sintiendo por primera vez la calidez de la apretada caverna de su pareja en su totalidad, con la respiración temblorosa cuando está todo dentro.

Arthit atrae hacia él el rostro de su pareja, sintiendo la necesidad de besarlo tanto para ocultar su propia vergüenza como para aliviar la penetrante sensación en su parte baja. Se quedan uno contra el otro por algunos momentos, sólo respirando con tranquilidad sobre la boca del otro y rozando sus narices. Algunos jadeantes besos más y entonces las piernas en alto de Arthit lo atraen más cerca, indicándole a Kong que debe moverse.

Los labios de ambos chicos estallan en audibles y urgentes gemidos conforme Kongpob lentamente adopta un ritmo constante, con una mano presionada contra la pared a un lado de la cabeza de Arthit para sostenerse.

—Mmm… Kong… —Arthit apenas puede mantener los ojos abiertos, con su cabeza chocando con la pared detrás de él mientras su próstata es golpeada repetidas veces. Su inminente clímax crece más rápido de lo que sucedería normalmente, pues sus cuerpos sólo han estado unidos por menos de un minuto. Ahora jadea por aire, emitiendo agitados alaridos de deliciosa angustia conforme los movimientos de Kongpob empujan su cuerpo hacia arriba con cada estocada. —Voy a… ¡mmrnnnaghhh!

Amortigua su grito en el hombro de su novio, con su cuerpo entero apretándose alrededor del largo de Kongpob. Erupciona repetidas veces sobre el estómago de Kongpob, paralizado momentáneamente por su abrumadora liberación. Nunca había sentido un orgasmo así de intenso y ahora está inmóvil y entumecido contra la pared, apenas temblando cuando siente que las caderas de Kongpob tiemblan contra las suyas y que tibios chorros de semen se derraman dentro de él, indicando el final de su pareja.

Pasa alrededor de otro minuto con Kongpob sosteniéndolo antes de que Arthit pueda volver a sentir las piernas lo suficiente como para sostenerse de pie por sí mismo. Hace una ligera mueca por el dolor cuando Kongpob sale de él, besando lentamente su jadeante boca a manera de distracción.

Kongpob está ahora recuperando su propia respiración, con ambos resplandeciendo por el sudor.

—Estás… duro de nuevo, P’ —dice en voz baja, mirando hacia abajo entre ellos. En efecto, la longitud de Arthit sigue sacudiéndose erecta, aunque para nada tan ansiosa por el contacto como lo había estado antes.

Su rostro se sonroja y le da gusto poder echarle la culpa parcialmente a su actividad, pero incluso así escapa del espacio entre Kongpob y la pared antes de ir hacia el baño, cerrando la puerta detrás de él. Avergonzado se pasa una mano por el rostro, sintiendo un hilo de semen que baja por su muslo; después entra a la ducha por segunda vez esa mañana.

¿Qué rayos le dio para atacar así a su novio y comportarse como un desvergonzado? Gruñe por la humillación mientras enjuaga la espuma de su cuerpo, alcanzando su parte trasera para limpiar la adolorida entrada un poco más a fondo.

Es cuando se está mirando al espejo que recuerda que se suponía que saldrían a comer, así que luego de vestirse y con una toalla alrededor de los hombros, abre el armario del baño para buscar su gel fijador. Pero algo más le llama la atención.

Toma un paquete de analgésicos y entrecierra los ojos por la confusión. El paquete sigue lleno, ni una sola pastilla ha sido extraída, lo cual significa que…

Vuelve a levantar la cabeza y entonces lo ve. Es otro paquete con pastillas blancas que son casi idénticas. Nunca sabrías la diferencia a menos que te tomaras el tiempo de leer la pequeña impresión azul en el brillante aluminio.

—Kong —dice a secas, saliendo del baño.

Su novio simplemente se ha vuelto a colocar sus bóxers, listo para su propio turno bajo la ducha. Levanta la mirada al oír que lo llaman por su nombre.

—¿Uhmm?

—¿Qué me diste hace rato? —Sostiene en alto los dos paquetes.

Kongpob mira los dos paquetes plásticos y se encoge de hombros, con el ceño fruncido en pregunta.

—¿Analgésicos?

Arthit cierra los ojos con incredulidad, presionando el puente de su nariz. Sostiene en alto el paquete sin abrir, mostrándolo a su menor.

—Estos —lo sacude en énfasis— son analgésicos. Estos —alza el otro paquete abierto— son…

Baja la voz, no queriendo creer siquiera que tiene que decirlo en voz alta.

—¿Qué son, P’? —Kongpob se pone de pie, quitándole el segundo paquete y entrecerrando los ojos para inspeccionar las pequeñas letras. —¿Qué es Spanish Fly?

—¡No las compré yo! —Protesta. —Bright los compró como una broma… cuando recién empezamos a salir.

—¿Qué? No entiendo. ¿No son analgésicos? Entonces, ¿qué son?

—Son… —suspira y gira los ojos, sintiendo las mejillas tibias hasta las orejas. —Un afrodisíaco.

La expresión de confusión de Kongpob se vuelve una de auténtica diversión antes de reír alto, trayendo el ahora muy rojo rostro de Arthit hacia él y besando la arruga que se ha formado entre sus furiosas cejas.

—Owww, P’ —ríe cuando Arthit lo empuja por el hombro.

—Voy a matar a Bright —murmura, quitándole el paquete en un intento de tirarlas a la basura antes de que Kongpob lo tome del brazo para detenerlo.

—Bueno, P’Arthit… —dice, acercándose un paso y con una sonrisa maliciosa formándose en sus labios. —Al menos tu dolor de cabeza se fue. Tal vez deberías tomar una de nuevo la próxima vez que tengas resa…

—¡Kongpob! ¡Ve a ducharte y vístete!

Disclaimer: Esta historia fue escrita exclusivamente con fines de entretenimiento. Por favor no tomen afrodisíacos sin indicaciones médicas… aunque suelan ser inofensivos en pequeñas dosis (como en este caso), a veces tienen dañinos efectos secundarios. Bright como amigo a veces es un dolor de cabeza (en un juego de palabras no intencional).

Traducido al español por StSassa

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