Traducido al español por StSassa
El día de su aniversario comenzó exactamente igual que cualquier otro día de fin de semana.
Kongpob había sido el primero en levantarse ese día a pesar de las protestas de Arthit (algunas cosas nunca cambian) y tuvieron un simple desayuno tardío en la cama entre silenciosas conversaciones sobre todo y nada, simplemente disfrutando de la compañía del otro.
Luego de que los besos lentos y perezosos se convirtieran en una dulce sesión de hacer el amor entre migajas de pan y una mancha de café que a Arthit le ganaría un regaño, ambos se decidieron al fin por salir de la cama a las 3 de la tarde.
Mientras Kongpob limpiaba, Arthit salió para “hacer un mandado”, regresando después con un pequeño ramo con cinco rosas y cuatro claveles rojos envueltos en un papel café. Quería comprar nueve rosas porque había leído del significado del número en algún lado de internet, y esperaba que su cursi novio tuviera al menos una pista de lo que estaba por venir. Esto tendría que ser suficiente.
—Uh… casi no tenían rosas cuando llegué. Supongo que debí haber ido más temprano —dice Arthit, tímido.
—Me encantan, P’Arthit —Kongpob le muestra una brillante sonrisa. —Gracias.
Arthit muerde su labio inferior con timidez antes de inclinarse y presionar un beso furtivo en la mejilla de su pareja.
—Feliz noveno aniversario, Kong.
—No sabía que podías ser así de romántico, P’Arthit —dice su novio con ojos brillantes, acercándolo por la cintura.
—Sí, bueno, estoy con un niño que tiene que ser consentido de vez en cuando.
Kongpob sólo esboza una sonrisa y da docenas de besos por todo el rostro de Arthit hasta que este se aleja en protesta, fingiendo estar asqueado de manera poco convincente.
—Gracias, P’Arthit.
Arthit sólo sonríe y Kongpob junta sus frentes antes de ladear la cabeza en busca de otro suave beso que amenaza con volverse algo más. Es tierno y algo empalagoso, pero Arthit lo detiene antes de que sienta la urgencia de arrastrar a su pareja de regreso a la recámara.
—Oye, oye. Es suficiente. Vamos, alístate o llegaremos tarde.
—Está bien, sólo déjame poner estas en agua y después iré a ducharme.
Cuando oye el agua correr, Arthit saca la caja del anillo del fondo de su maletín, que es donde lo ha estado escondiendo en casa con la certeza de que Kong no buscaría sus papeles de trabajo así como si nada.
Le echa un rápido vistazo, como si de alguna forma el anillo fuera a lucir diferente desde la última vez que lo vio. Sigue allí, por supuesto, pero Arthit siente que su corazón se acelera y también un apretado nudo en su estómago.
Hoy es el día, se dice a sí mismo y no puede dejar de sonreír mientras guarda la caja en el bolsillo interior de su chamarra.
—Entonces, ¿me dirás a dónde vamos? —Reflexiona Kongpob mientras Arthit conduce fuera del estacionamiento del edificio de apartamentos, ajustando el espejo retrovisor.
—No sería una sorpresa si te dijera, ¿cierto?
Kongpob sólo ríe y ajusta su cinturón de seguridad.
—En serio que no estoy acostumbrado a que me consientas de este modo.
Arthit no dice nada mientras salen a la avenida, sintiendo una ligera punzada de culpa.
Era cierto que Kongpob siempre fue quien era el más expresivo de los dos, asumiendo la responsabilidad de hacer todas las cosas románticas que la gente hacía en las relaciones. Cada peldaño de su relación estaba adornado con hermosos regalos y elaborados planes de citas, de conmovedoras palabras de amor escritas en una sofisticada caligrafía y de palabras dulces en forma de susurros que hacían que Arthit se sonrojara y sonriera tanto que pensaba que explotaría.
Arthit, por otro lado, durante sus primeros años había usado todas sus ideas creativas para enamorar a Kongpob y ya había tantas comidas caseras “sorpresa” que entregaba a la oficina del menor y tantas canciones de amor que tocaba en su guitarra antes de que comenzara simplemente a llamarlo una tradición sólo para sentirse mejor al respecto.
—Lo siento, Kong —dice, sin sacar los ojos del camino ni una sola vez.
—No, no, eso no es lo que quise decir, P’ —Kong coloca su mano en el regazo de Arthit. —Sé que me amas. Es sólo que… esta no es realmente tu forma de expresar cariño. Sólo estoy gratamente sorprendido.
Arthit no sabe cómo responder a eso, así que sonríe brevemente antes de gruñir. El auto reduce la velocidad hasta detenerse.
—Mierda, sabía que debimos haber salido antes.
Oh, Bangkok y su tráfico de nunca acabar. Esto, además del hecho de que se acercaban a las fiestas de temporada, significaba que el tráfico usual en las avenidas principales se había incrementado al doble. El ritmo al que se movían era dolorosamente lento y Arthit podía sentir su ansiedad crecer con cada segundo que pasaba. Empieza a revisar su reloj cada medio minuto, tamborileando con nerviosismo los dedos sobre el volante. Ya son las 5:54, faltan seis minutos para su reservación y Arthit está rezando por un milagro, para que el tráfico se parta en dos al estilo del Todopoderoso.
Kongpob, percibiendo el estado de ansiedad y frustración de su novio, toma con cuidado su mano entre la suya, frotando relajantes círculos en la palma tensa de Arthit.
—P’, tal vez puedas llamar al restaurante para hacerles saber que llegaremos tarde —intenta decir con calma y una voz firme y reconfortante.
Arthit exhala un suspiro y asiente, sacando su teléfono.
—Restaurante InLove de Krung Kasem, buenas noches. ¿En qué puedo ayudarle?
—Sí, hola. Hice una reservación para dos a las 6 bajo el nombre de Rojnapat. Estamos atrapados en el tráfico… ¿podría mover nuestra reservación para las 6:30?
—Lo siento, señor, pero estamos llenos esta noche. Si no llegan para las 6:05, me temo que deberemos darle su mesa a otro cliente.
Arthit siente que el alma se le sale del cuerpo. ¿De verdad está sucediendo? ¿Hoy, de entre todos los días? Presiona el espacio entre sus cejas y aprieta los párpados.
—¿Y nadie más ha cancelado?
—Me temo que no, señor. ¿Le gustaría hacer una reservación para otro día?
—No, no —se pasa la mano libre por la cara, incrédulo. —Entiendo. Gracias.
—Lo lamentamos, señor. Esperamos que tenga una buena noche.
—Sí, gracias.
Cuelga la llamada, dejando caer el teléfono en su regazo y apoyándose sobre el volante.
—¡Mierda! —Maldice para sí mismo antes de volver a tomar su teléfono para abrir con prisa la aplicación del mapa. Se gira hacia Kongpob, quien estruja su hombro en apoyo. —Haré algunas llamadas para ver si otros restaurantes de por aquí tienen mesas disponibles.
Kongpob asiente y saca su propio teléfono.
—También lo haré —le dedica una sonrisa reconfortante. —No te preocupes, P’Arthit.
El tráfico parece haber llegado a su punto máximo mientras ambos hacen llamada tras llamada.
—Lo lamentamos, estamos llenos esta noche.
—No hasta la siguiente semana, me temo.
—Pero tenemos una reservación para mañana.
—Lo siento, las reservaciones deben hacerse con dos semanas de anticipación.
Luego de lo que parece la quincuagésima llamada, Arthit finalmente arroja su teléfono en frustración a los asientos traseros, se pone las manos sobre el rostro y… llora. Un fuerte dolor de cabeza empieza a instalarse en su cráneo, el cual ahora se siente diez veces más pesado. Está llorando a todo lo que da, con sus hombros sacudiéndose y su nariz congestionada, haciéndole difícil respirar. De repente, el auto se siente increíblemente pequeño.
—P’ —Kongpob se estira para desabrochar el cinturón de seguridad de Arthit y sostiene su cabeza contra su pecho. —Ven aquí. Está bien, P’Arthit.
Arthit ve hacia arriba y niega con la cabeza.
—¡No! ¡No está bien! —se ahoga entre sollozos. —¡Lo tenía todo planeado, Kong! Te compraría las flores correctas e iba a… ¡iba a llevarte a este lugar genial que encontré! Tendríamos la más hermosa vista del puente Rama VIII y luego iba a… —se detiene y niega con la cabeza antes de decir demasiado. —Planeé todo esto, Kong, pero está arruinado, ¡y todo es culpa mía!
—Shhhh —Kongpob ahora sostiene el rostro de Arthit, limpiando suavemente sus lágrimas. —Mírame. De verdad está bien. En serio aprecio lo que has hecho. Por favor no te sientas mal. Te amo, ¿de acuerdo?
Arthit mira a los ojos de Kongpob, cálidos y amorosos, y se pregunta qué hizo para merecerse a alguien como él.
Arthit, aún lloriqueando, se limpia los ojos con la manga y exhala audiblemente.
—Cielos, esto es tan vergonzoso.
Kongpob mira fuera de la ventana antes de volverse hacia Arthit.
—Ya vuelvo. Sólo espera aquí, ¿de acuerdo?
Arthit lo mira inquisitivo mientras Kongpob baja del asiento del copiloto y sale a la calle. Desaparece dentro del centro comercial Silom Complex que está a algunos 20 metros de donde está detenido el auto, su espalda se pierde entre la multitud de compradores mientras Arthit lo observa.
No se han movido ni una pulgada en los últimos 20 minutos y, al mirar a la aplicación del mapa en su teléfono, hay líneas color rojo obscuro que se extienden como millones de pequeñas venas hacia el corazón que es el centro de Bangkok. Decidiendo que es poco probable que se muevan pronto, apaga el motor y abre a la puerta y luego sale al aire libre, ignorando las miradas de los vehículos vecinos. El aire fresco (bueno, tan fresco como puede ser por la urbanizada Bangkok) le ayuda a despejar su nariz y suspira mientras observa los alrededores.
Todo el camino está minuciosamente decorado con titilantes luces y brillantes arreglos en rojo y blanco, y a donde quiera que ves hay tubos de neón que dicen ¡Felices fiestas! y ¡Próspero Año Nuevo! Realmente es bastante bello en contraste con el atardecer de fondo, aunque Arthit no puede evitar pensar que para nada es lo mismo que estar bajo el más tenue resplandor de luces debajo del puente. De su puente.
Se recarga contra el capó del auto y, exhalando su decepción, coloca una mano sobre el bolsillo donde está aún la caja del anillo. Quizá esta noche no era el momento adecuado.
—¡P’Arthit!
Arthit levanta la mirada y ríe cuando nota lo que Kongpob está cargando.
—¿En serio? ¿KFC?
—¿Qué puedo decir? Me consentiste con flores, te estoy devolviendo el favor con pollo frito —alza la característica bolsa plástico de color rojo con blanco.
Kongpob se une a Arthit al recargarse contra el auto, colocando sobre el capó la bolsa con la cubeta. Alcanza el interior y saca una humeante y sazonada pierna de pollo para sostenerla bajo la nariz de Arthit, enviando el picante y sabroso aroma a sus fosas nasales.
Arthit le da una mordida a la pierna de pollo, lamiendo sus labios mientras mastica.
—Realmente quería que esta noche fuera perfecta —dice en voz baja, tragando el último trozo del bocado.
—Es perfecta —Kongpob sonríe, mostrándole sus brillantes dientes blancos y arrojando el hueso limpio a la bolsa. —Estoy disfrutando de una deliciosa comida, rodeado de luces deslumbrantes, bien vestido y con mi persona favorita en el mundo. Estoy bien.
—Eres tan empalagoso —resopla Arthit, buscando una servilleta.
—En realidad, en este momento soy más bien picante —Kong mueve las cejas, acercándose hacia Arthit.
Tal vez son las luces y tal vez sea que está abrumado por lo mucho que ama a este hombre molesto y guapo, pero Arthit siente una oleada de valentía recorrer su cuerpo.
Limpiando sus propias manos con una toalla húmeda, toma la mano izquierda de Kongpob y lentamente se lleva uno de sus dedos a la boca, todo mientras observa la expresión de su novio transformarse de una traviesa a una nublada con puro deseo. El usualmente tranquilo hombre pasa saliva, observando con fascinación mientras cada dedo desaparece entre los labios suaves y rosados. De forma lenta y deliberada, Arthit lame el sazón salado y picante de cada dedo; la boca de Kong está algo entreabierta, respirando superficialmente por la tentadora sensación.
—P’Arthit, si sigues haciendo eso, lo próximo que haré será buscar el hotel más cercano.
Arthit ríe y le devuelve su mano a Kongpob.
—Sí que está para chuparse los dedos.
En otro giro más de las cosas, Kongpob se sonroja, apenas capaz de contener su sonrisa. Se inclinan hacia el otro, compartiendo un beso lento que sabe a pollo frito y al familiar consuelo del otro.
—Te amo tanto, Kong —susurra Arthit, con sus narices aún acariciándose.
—Yo también te amo. Cada vez más y más con el tiempo —Kongpob lo mira por entre sus largas pestañas. —Y lo digo en serio. Esta noche de verdad fue perfecta porque pude pasarla contigo.
Casi perfecta, piensa Arthit, sintiendo el ligero peso en su chamarra.
El momento es interrumpido por el sonido de los cláxones de los autos detrás de ellos, lo que les indica que el tráfico vuelve a fluir.
—¡Muévanse, tortolitos! —Un grito irritado viene de alguien a varios autos de distancia.
Riendo, ambos trepan de regreso al auto y Kongpob coloca la bolsa con los restos del pollo en los asientos traseros. Lentamente, hacen su camino a casa, cantando en alto al compás de cada canción de amor en la radio.
Al menos, seguirá siendo un aniversario para recordar.
Pobre bebé Arthit. Habrá otras oportunidades.
Soy una maníaca con los detalles, así que realmente busqué restaurantes cerca del puente Rama VIII así como cada KFC en un radio de 20 minutos en auto. Google Maps es un salvavidas.
Bueno, espero que hayan disfrutado el primer intento fallido de Arthit por pedirle matrimonio a Kong.
Traducido al español por StSassa